Más de 50 estudios realizados en distintos países, entre ellos Argentina, concluyen que la desigualdad económica es directamente proporcional a la violencia social. Correlativamente han demostrado también, que las políticas centradas en el fortalecimiento de la tolerancia cero, las políticas legislativas y judiciales de agravar las penas, jamás han logrado resultados positivos en ningún país.
Por el contrario, en países, donde la desigualdad se acorta, con bajas tasas de desempleo, con mayor nivel de educación y consumo interno, estos mismos índices de violencia disminuyen considerablemente.La desigualdad que se vive facilita las condiciones para la violencia mediante el debilitamiento de los lazos familiares, la ruptura de la sociedad y las trasgresiones cometidas con el fin de acceder a bienes, que la propia sociedad promueve pero a la vez escatima.
Últimamente, se han acrecentado en los hechos de violencia una especie de obsesión por los robos de celulares y zapatillas de marca, que tienen un costo de la mitad o un tercio de un salario mínimo. Esto provoca la sensación que no se trata solo de robar un par de zapatillas de marca, sino de prestigio social.
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